miércoles, 25 de mayo de 2011

EL PROCESO DE LA ESCRITURA. Consideraciones para su abordaje en el ámbito académico.

Alex Silgado Ramos

“El proceso de escribir se comprende mejor como un conjunto de diferentes procesos de pensamiento que el escritor regula y organiza durante el acto de composición”
Flower y Hayes


0.      La escritura. Un proceso complejo de restructuración de la mente.

La escritura es un proceso complejo que, a diferencia de la oralidad, no se aprende naturalmente. La escritura es una tecnología; y, de manera más específica, una tecnología de la mente. En esa medida, la escritura requiere un aprendizaje lento, progresivo, diferencial. En tanto es una tecnología requiere el conocimiento de “habilidades”, de algunas competencias, de ciertos “trucos” que le son propios. La escritura, entonces, se parece más al trabajo artesanal, a un oficio complejo que rebasa la simple inspiración o la presunta facilidad natural.

La escritura es una excelente radiografía de nuestra manera de pensar. Cuando nos ponemos a escribir, por  ejemplo, un ensayo, lo que salta a la vista, lo que denuncia es el tipo de estructura mental que manejamos, nuestro orden mental o nuestra confusión. (Vásquez, 2005).

Las dificultades para escribir se deben a una de sus características esenciales: el carácter diferido de la comunicación escrita. La emisión y la recepción del mensaje escrito no se producen simultáneamente, sino que media tiempo entre ellas, lo que obliga tanto al escritor como el lector a imaginarse al destinatario de su mensaje para poder adecuar su discurso a la comprensión de aquel. Se trata, entonces, de una comunicación en ausencia.

Este carácter diferido obliga al escritor a producir un texto que pueda funcionar en forma autónoma, es decir que pueda ser comprendido en la situación comunicativa para la que fue previsto, sin necesidad de que nadie esté a su lado para aclararlo. El escritor no va a estar presente en el momento en el que el mensaje sea recibido, por ello trata de eliminar de su escrito las ambigüedades que pudieran provocar malentendidos (salvo que esta sea una de sus intenciones). Por ello también, al escribir se revisa el texto y se lo corrige antes de ponerlo en circulación. Frente a la comunicación oral cara a cara, que es en general espontánea, la comunicación escrita es controlada: el escritor puede planificar lo que va a decir y volver atrás sobre lo escrito para reformularlo cuantas veces quiera. Y de este control depende la eficacia de la comunicación. (Arnoux, 2002)

1.      El proceso de escribir...

Desde este marco, entiéndase un proceso como una serie de fases interrelacionadas que es preciso cumplir a la hora de producir una tarea. En este sentido, al comprender la escritura como proceso, lo que se está aludiendo es a la forma de asumirla en la práctica, o sea emprender el ejercicio escritural como una serie de fases sucesivas o subprocesos mentales a través de los cuales el escritor lleva a cabo diversas operaciones sucesivas que incluyen la lectura[2], la búsqueda de información, la elaboración de esquemas y borradores[3] y finalmente la evaluación del texto. Hay que entender, que cuando se habla de dichos subprocesos no corresponde a la mera articulación de etapas en el tiempo, sino que éstas fases interrelacionadas se pueden presentar como acciones simultáneas durante todo el proceso de producción escrita; así, por ejemplo, mientras se elabora el borrador, se va evaluando la pertinencia organizativa de las ideas para alcanzar determinado propósito comunicativo. 

Este proceso cognitivo[4] de la escritura opera siempre con el lenguaje; por ello, todo acto escritural exige, explícita e implícitamente, una reflexión sobre el lenguaje y, más precisamente, sobre la lengua como sistema. Así, el conocimiento del sistema de la lengua, en lo que refiere a la su sintaxis, semántica y pragmática de acuerdo con sus usos discursivos, se torna también indispensable para lograr una eficacia comunicativa a través de la escritura. De esta manera, en la medida en que el escritor se arroja a su ejercicio y se plantea cómo escribir, va reflexionando sobre la lengua, las funciones y usos de las palabras, de las expresiones, de los géneros discursivos, y además del contenido del texto, sobre el tema que está desarrollando, lo que enriquece es su conocimiento del mismo (Narvaja de Arnoux y Otras, 2002)[5].

Vale agregar, desde este punto, que el acto de escribir se compone de tres procesos mentales:

Ø  Planificar o fase de pre-escritura: es la acción previa al acto de escribir en la que el escritor prefigura su tarea de producción textual, formándose una representación mental de las informaciones que éste contendrá, en otras palabras, esta fase corresponde a la elaboración del plan o boceto de lo que se piensa cuajar en la escritura. La elaboración de la representación contiene tres subprocesos: generación y acopio de ideas, organización y formulación de objetivos, por medio de las cuales se configura el plan de escritura.

Trazarse un plan es muy importante en todo acto de producción escrita por cuanto se constituye en una guía o boceto desde el cual el escritor va prefigurando y orientando su escritura. Como recomendación para su ágil desarrollo, el escritor puede echarle mano a esquemas o estructuras que le faciliten tal proceso: lluvias de ideas, mapas mentales, mapas conceptuales, entre otros.

Planificar un texto no es fijarse a una camisa de fuerza. Vale aclarar que, además de ser una actividad compleja, la escritura es un proceso flexible y recursivo en la cual se dan medidas de ajuste, esto es todos los subprocesos se pueden ir ajustando y adecuando conforme a los propósitos comunicativos que orientan la composición textual.

De otro lado, es necesario entender que cuando se habla de planificación esta no se refiere simplemente a la recopilación de contenidos. Planear también es pensar el propósito y la forma en que se estructurará lo que se va a decir.   

Ø  Redactar o fase de escritura: en este proceso el escritor transforma las ideas que tiene en lenguaje visible y comprensible para el lector; para lo cual, expresa, traduce y transforma estas representaciones abstractas en una sola secuencia lineal de lenguaje escrito.

Aquí el problema es lograr la unidad textual, la estructura activa de un escrito por medio del párrafo y la interrelación entre ellos (micro y macro-estructuras).También se tienen en cuenta el tono, las dudas lingüísticas, ortográficas, la puntuación, etc. Y sobre todo, la adecuación,  la coherencia, la cohesión y la claridad del texto a través de la elocuente traducción de las ideas y temáticas al código escrito.

De otro lado, es preciso aclarar que, aunque generalmente se toman los términos redacción y escritura como sinónimos, se puede notar en ellos una fundamental diferencia. Mientras el primero, responde a una correspondencia con la parte formal, una operación de traducción de información al código escrito conforme a las reglas gramaticales y ortográficas del sistema. El segundo, puede entenderse como “un acto de creación mental en que un sujeto escritor, con un propósito comunicativo, concibe y elabora un significado global, y lo comunica al lector mediante la composición de un texto, valiéndose del código de la lengua escrita” (Niño, 2003). De esta forma, mientras redactar se orienta a la parte de adecuación, de acatamiento de la norma y la forma, la escritura responde al aspecto mismo de la creación en la cual la redacción es solo una parte del proceso.

Ø  Examinar o fase de pos-escritura: debe comprenderse esta fase como un proceso de repaso y relectura consciente de todo lo planificado y escrito anteriormente. En este examen, no sólo se repasan las ideas, las frases, los párrafos, en fin, la globalidad del texto que se ha redactado, sino también todos los planes y objetivos que se han elaborado mentalmente.

Se podría anotar, además, que la pos-escritura se compone de dos subprocesos: La evaluación y la corrección. En el primero, el escritor valora lo que ha hecho, comprueba en qué medida el texto responde a lo pensado, a las necesidades con que lo planificó y lo proyectó, etc. En el segundo, el escritor rectifica y modifica algunos aspectos del texto escrito o del plan que orientó su proceso; es un momento para tachar y corregir conforme los distintos criterios que provee tanto la norma como las mismas estrategias discursivas y de uso definidas por el propósito comunicativo y el contexto. Así: “Cuando revise su escrito identifique su razón para revisar y no pretenda trabajar simultáneamente todos los niveles del texto porque puede volver ciego-para la-revisión, y no ver nada de lo que tiene que cambiar” (Cuervo y Flórez, 1998).

2.      Para tener más claridad...

A la hora de escribir y, sobre todo, en las fases de planificación (pre-escritura) y de redacción (escritura), es preciso que el escritor se formule ciertos interrogantes que lo llevarán a tener más claridad sobre lo que va a escribir como: cuál es el propósito del texto que se va a escribir, por qué se escribe, para quién se escribe, cuál es el tono a emplear, qué modalidad textual va a predominar en su discurso, cómo se escribirá el texto. Estos interrogantes son claves para orientar el contenido, el propósito y la estructura del texto a escribir.

En otras palabras, es importante que el escritor  se haga las siguientes preguntas:

Ø  ¿Qué mensaje se busca comunicar? Como principio y fundamento de toda interacción comunicativa, entendiendo la escritura como una clase de interacción, es necesario tener en claro el tema o el asunto que se piensa abordar en el texto a escribir, en esta medida, haber delimitado la dimensión de lo que se va a tratar, haber reflexionado profunda o medianamente sobre lo que se busca comunicar y, si es preciso, haber consultado las fuentes necesarias para validar o reforzar lo que se piensa escribir.

Ø  ¿A quién se va a transmitir o comunicar el mensaje? En la misma medida de lo que se busca comunicar, es necesario que el escritor defina y caracterice a su posible interlocutor o, en palabras más claras, lector. Esto es,  pensar y caracterizar el perfil de los posibles lectores, por ejemplo, teniendo en cuenta la edad, el grado de escolaridad, las motivaciones, expectativas e intereses, entre otras. De todo ello depende que el texto alcance su propósito: interactuar con el lector.

Ø  ¿Para qué se transmite el mensaje? En el proceso de comunicar a través de la escritura se halla un propósito, una intención que el escritor debe tener bien en claro para, de igual forma, poder comunicarla o darla a entender a su posible lector. Pensar en el para qué transmitir un mensaje es hacer evidente el motivo o motivos que animan la interacción comunicativa y le dan sentido a tal acto.


Ø  ¿Cómo se organizará el mensaje-texto? El texto se organizará con el propósito de favorecer el proceso de transmisión y construcción del mensaje a comunicar, a través de una estructura que debe favorecer la elocuencia. Para lograr tal propósito, el texto debe organizarse en unidades de sentido completo, en otras palabras, en párrafos coherentes y cohesivos escritos con claridad, brevedad y corrección gramatical; respondiendo también a una estructura organizativa global que responde al tipo de texto que se proyecta escribir, por ejemplo, un ensayo, un informe, un cuento, etc.

Aquí, conviene distinguir la coherencia de la cohesión: la primera es la propiedad semántica del discurso que selecciona la información relevante e irrelevante, mantiene la unidad y organiza la estructura comunicativa de una manera específica. Y la segunda es, una propiedad superficial de carácter sintáctico que conecta las diferentes frases o enunciados entre sí, a través de los conectores.

Es preciso comprender también, que la claridad de un texto es la cualidad que lo hace comprensible y entendible. Esto se logra si se tienen claras las ideas y se organizan de forma secuencial y lógica a través de las palabras adecuadas, orientado siempre desde el propósito comunicativo del texto.

Por su parte, la brevedad alude no a la extensión, sino a la concisión que se puede lograr a través del uso efectivo del lenguaje, a la economía misma de las palabras para decir lo se quiere decir, al uso de aquellas palabras indispensables para expresar el sentido. Ser breve, en conclusión, significa decir mucho en pocas palabras, significa evitar vocablos inútiles, rodeos, etc.

Y, además, la corrección gramatical. La gramática se refiere a la estructura lingüística: morfología, sintaxis y ortografía de las palabras. Del uso correcto del lenguaje depende que los proceso comunicativos sean eficaces o no. Entiéndase la corrección gramatical como ceñimiento a las normas lingüísticas.

Ø  ¿Cuál es el tono a emplear en el mensaje o texto? El tono revela, de alguna manera, la actitud del escritor hacia el tema y hacia el lector. Como bien lo dice María Teresa Serafini (2006): “Para usar bien las palabras no basta con conocer su significado y el modo en que se enlazan en una frase, sino que es necesario además saber en qué contexto es oportuno utilizarlas”, es en esta capacidad de contextualización del mensaje que el escritor halla su tono; de allí, a que según la situación, el interlocutor y el contexto algunos escritos se caracterizan por el tono irónico, sarcástico, humorístico, entre otros.

Para concluir…

Asumir la escritura como un proceso complejo de estructuración de la mente, es consentir en que la escritura no es sólo una actividad mecánica de redacción, de transcripción de palabras u oraciones en una cadena fónica. Es asumir junto con Fernando Vásquez (2008) que la escritura es “una herramienta poderosa para desarrollar nuestro pensamiento”, pues como él mismo lo dice: “Al escribir reestructuramos nuestro cerebro, adquirimos otras estructuras mentales (…) y lo que es más importante, (la escritura) instaura una manera nueva para que el hombre se relacione consigo mismo y con el mundo. Gracias a la escritura pudimos objetivar nuestra conciencia: disociar nuestro yo”. 

3.      Referencias.

Arnoux, E., DI Stefano, M. y Pereira, C. (2002). La lectura y la escritura en la universidad. Buenos Aires: Eudeba.
Díaz, Á. (1999). Aproximación al texto escrito. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia.
Vásquez Rodríguez, F. (2005). Rostros y máscaras de la comunicación. Bogotá: Editorial Kimpres.
___ (2008). Educar con maestría. Bogotá: Universidad de la Salle.
Cassany, D. (1994). Describir el escribir. Barcelona: Paidós.
___ (1999). Construir la escritura. Barcelona: Paidós.
Cuervo Echeverri, C. y Flórez Romero, R. (1998). La escritura como proceso. En: Jurado, F. y Bustamante, G. (1998). Los procesos de la escritura. Hacia la producción interactiva de los sentidos. Bogotá: Editorial Magisterio.
Jurado, F. y Bustamante, G. (1998). Los procesos de la escritura. Hacia la producción interactiva de los sentidos. Bogotá: Editorial Magisterio.
Niño Rojas, V. (2003). Competencias en la comunicación. Hacia las prácticas del discurso. Bogotá: Ecoe Ediciones.
Serafini, M. T. (2006). Cómo se escribe. Barcelona: Paidós.


[1] Profesor CUN; Lic. En Español y Literatura, U. de Córdoba; Especialista en Docencia del Español y Magister en Educación, y cursos pre-doctorales en Lenguaje y Pedagogía, U. Pedagógica Nacional.

[2] A este respecto, es importante considerar que todo acto de buena escritura, sobre todo en el medio académico, es indisociable de un notable ejercicio de lectura. La lectura también es un proceso complejo o actividad cognitiva (y sociocultural) que re-estructura el pensamiento.
[3] En plano bastante amplio de lo que significa escritura, se podría considerar todo producto escrito como un borrador producto de múltiples borradores, pues la escritura es un contante ejercicio de producción y transformación de lo que se da por definitivo, es un dialogo constante. Por todo ello, según Fernando Vásquez (2008), lo más importante que puede aprender un escritor es la conciencia de tachar y de corregir ya que: “lo que se aprende, en últimas, es esa actividad del pensamiento de sopesar continuamente las palabras, de elegir y combinar vocablos, de tejer sentidos con signos escritos”. 
[4] No hay que desconocer que la escritura también es una práctica socio-cultural, que cada cultura tiene sus propias representaciones sociales y valoraciones de lo que es la escritura.
[5]  En palabras de estas mismas autoras: “una de las funciones de la escritura es ampliar o transformar el conocimiento que el escritor tiene del tema que desarrolla y de la lengua que usa”.

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